Los astados ya se mostraron tremendamente nerviosos antes de realizar el recorrido, cuando comenzaron a desencajonarlos en el corral provisional ubicado en la plaza de la Iglesia, ya que entre ellos no paraban de pelearse. De hecho, uno de ellos arrinconó las barreras móviles de este concurrido punto para adentrarse en el callejón sin salida. Estas actuaciones de los morlacos provocaron una primera salida fallida a las ocho de la mañana, ya que, cuando sonó el cohete, los toros, todos ellos muy bien armados, no hicieron caso alguno a los cabestros que realizaron solos parte del trayecto provocando la confusión entre aficionados y corredores habituales.
En solo un momento, los mansos regresaron con los mayorales hasta llegar a la plaza de la Iglesia. En esta ocasión sí que les siguió la manada que, no obstante, ya salió muy disgregada a su paso por la calle San Joaquín, lo que provocó varios momentos cargados de auténtico peligro.
En solo un momento, los mansos regresaron con los mayorales hasta llegar a la plaza de la Iglesia. En esta ocasión sí que les siguió la manada que, no obstante, ya salió muy disgregada a su paso por la calle San Joaquín, lo que provocó varios momentos cargados de auténtico peligro.
TENSIÓN A lo largo del camino se mantuvo en todo momento la tensión porque la mitad de los animales se quedaron rezagados y no paraban de enfrentarse entre ellos. Fueron los corredores quienes, con gran prudencia y sin perderles el respeto, los iban guiando hasta el corral ubicado en la avenida Río Millars (el Portal). La distancia de seguridad por parte de los aficionados, el no citarlos, y la protección de la Verge del Roser resultaron el antídoto para evitar heridos.
Crónica extraida del periodico mediterráneo
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