Se ha ceñido a la cintura de la Fiesta y cada día la oprime más. La crisis ha propinado una grave cornada a un importante sector de la economía española. En el último lustro se ha producido un hundimiento titánico del número de espectáculos: se han reducido casi a la mitad. De 2.026 festejos en 2005, este año se ha descendido a 1.292; es decir, se ha pasado de lidiar más de 12.000 reses a menos de 8.000. Justo en el ecuador, en 2007, se vivió el esplendor con 2.174 espectáculos (alrededor de 13.000 astados).
El panorama en el campo bravo es desalentador. Las cifras son el espejo del alma de la dehesa, y eso que los toros sobrantes han disminuido: si en la temporada anterior sobraron más de 2.200, en ésta los primeros recuentos no superan los mil, «gracias» a la bajada de machos herrados en 2006, que cayó hasta 17.054 después del auge de 2005: 19.593. Ese descenso ha propiciado que en 2010 la cantidad de remanentes no sea tan elevada. Ahora las miradas están fijas en 2011, cuando se prevé la «Gran Depresión». Si hubo reducción en los animales con guarismo 6 (por la sequía y la menor fertilidad de las vacas), en 2007 se incrementaron hasta 18.461, con lo que esos 1.407 machos más se quedarán en la dehesa compuestos y sin ruedo. «Va a ser un drama», dicen desde la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL).
A pesar de que los vaticinios más optimistas confían en que la merma de corridas sea «mínima» el próximo año, «el aumento de ganado volverá a provocar un desajuste desastroso». Si a ello se añade la mengua de capeas y otras tradiciones populares por el cierre del grifo de las arcas municipales, la cifra se dispara y agujerea la piel taurina con la potencia de un «Vulcan M61».
Muchos criadores, especialmente los de nuevo cuño, constructores y propietarios de marcas «serie B», se replantean su futuro y algunos abandonarán el barco de la Fiesta antes de chocar contra el iceberg de una economía congelada y donde el dinero sólo se calienta en las grandes ferias, con figuras de primera fila y ganaderos estrella. Arduo es mantenerse a flote en un sector en el que hay «auténticos supervivientes» que, por tradición o puro romanticismo, aguantan con la esperanza de que el temporal cese. Al menos tres ganaderos ultiman ya la venta de sus hierros...
La cruda realidad se impone: según un estudio de la UCTL, que aglutina el 75 por ciento de las divisas, el coste de producción de un toro oscila entre 4.000 y 5.000 euros, mientras que en un matadero pagan por su carne entre 300 y 420 euros. Dado el exceso de animales y que la oferta supera con creces a la demanda, el único camino para muchos es el del macelo, por lo que la ruina es total. También muchos se han inclinado por matar toros a puerta cerrada, donde «regalan» el astado al matador para que se haga cargo de los costes de incineración. El objetivo: deshacerse de los cinqueños.
Reconducir el mercado
Otros prefieren optar por la bajada de caché y vender una corrida al precio de un toro por apenas cinco mil euros (incluso menos). Ello fomenta la competencia desleal en tiempos de «sálvese quien pueda». La vertiente positiva: la opción de reconducir un mercado desproporcionado. La crisis embiste contra la tierra brava por el excedente de ganado; contra los toreros, por el descenso del número de paseíllos; contra las empresas, por los cánones elevados, y contra el público, en una España de kilométrica cola del paro que ha hecho que las taquillas se resientan.
Pero la situación de la dehesa es la más preocupante. Los ganaderos de lidia, pese a conservar las subvenciones, lamentan «el aumento del precio del pienso y la multitud de gastos que supone el saneamiento del toro bravo por su difícil manejo». Es hora de ajustarse los machos...
Fuente: ABC
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