domingo, 31 de enero de 2010

"50 razones para defender la fiesta" de Francis Wolff

El eminente filósofo Francis Wolff se ha convertido en referencia partisana del movimiento taurino. No sólo en Francia, donde multiplica su activismo dialéctico. También en España, como viene a demostrarlo su papel de invitado y de testigo en la comisión del Parlament catalán que discutirá en breve la abolición de las corridas de toros.

Francis Wolff ha redactado y publicado 'Cincuenta razones para defender la Fiesta' ('www.passion-toros.com'). No viene a cuento enumerarlas todas, pero sí airear seis motivos seis que contradicen el acoso político y animalista a un acontecimiento donde el arte y la muerte aparecen sin tabúes.

ECOLOGÍA

«Los toros son un bien ecológico. Me refiero a la biodiversidad de las dehesas y las marismas donde el toro de lidia desempeña un papel central. La ecología es la defensa del ecosistema, de las especies, de la ganadería extensiva. Y esos tres principios se recogen privilegiadamente en el toro de lidia. ¿Qué sentido tendría forzar su desaparición?»

Francis Wolff reprocha al movimiento antituarino haber subestimado o negado los riesgos ecológicos y medioambientales que implica la abolición de las corridas, sin olvidar «las excepcionales condiciones de vida que disfruta el toro hasta su muerte». Pone como ejemplo contrario a los bovinos estabulados y al fenómeno de la ganadería industrial.

ÉTICA

Wolff desmiente que la convocatoria de espectadores en una plaza consista en gozar de la crueldad y en la agonía. Los aficionados acuden por razones elevadas. Empezando por la admiración al combate del toro y terminando por el aplauso a la gallardía del torero.

El contexto de semejante pugna ética y estética es el rito, cuya falta de peso en las sociedades desacralizadas, como las nuestras, amenaza yarrincona a los fenómenos culturales que reivindican la liturgia, la simbología y la relación con la muerte.

«La muerte se ha convertido en algo vergonzoso. Por eso la negamos, la escondemos y nos decantamos por modelos asépticos. No existe el duelo. Predomina la apología de la juventud eterna. Aceptamos la muerte del animal y de nuestros congéneres siempre que no la veamos. Mucha gente no entiende ya la ceremonia de la muerte. De ahí proviene la distancia con la corrida. La corrida mezcla la fiesta de la vida con la tragedia de la muerte. Es un pasaje ceremonial hacia la muerte. En la corrida, el toro muere y el torero puede morir. La vida no es un estado, es un acto, un acto contra la posibilidad misma de la muerte».

ESTÉTICA

La corrida es un fenómeno artístico y estético a cuenta de la creatividad. Aglutina en el ruedo la cultura popular y la sofisticada, del mismo modo que compagina el arte en sentido clásico, el canon, la belleza, la armonía, la coreografía, con el arte en sentido posmoderno. Se explica Wolff a propósito del matiz: «La verónica, el natural, el trincherazo sonmomentos efímeros e irrepetibles. A imagen y semejanza del arte vivo, de la performance, la corrida existe sólo cuando se crea. Ocupa un espacio intermedio entre el arte y la realidad».

Nada que ver con un acontecimiento rancio, castizo ni cañí. La prueba está en que Wolff destaca como valor esencial la universalidad. «No es la Fiesta Nacional de España ni la sola referencia patrimonial de un país. Ir a los toros es una elección personal del aficionado, una pasión. Ha adquirido una dimensión universal gracias al atractivo de los valores que encierra. Universal no quiere decir que deba exportarse. Universal quiere decir que es posible reconocerse en sus coordenadas: la vida y la muerte. Lo bello y lo sublime. La ética y la estética. El sacrificio de uno mismo y el miedo a morir. La creación de la belleza».

LA COMUNIÓN

La plaza es redonda, como los espacios lúdico-teatrales de la cultura griega. E igual que aquéllos el ruedo y su graderío sirven de espacio común al encuentro y conciliación de la comunidad. Se trata de un lugar de reunión y de consenso. «Que por un lado muestra la festividad y por otro enseña el aspecto trágico», razona Wolff.

Sería el aspecto trágico precisamente el que lo diferencia de las manifestaciones deportivas al uso. Quiere decirse que la comunión de la plaza es más honda y genuina. Y que considerar la corrida un espectáculo de izquierdas o de derechas caricaturiza su propia esencia eucarística.

Wolff invita al aficionado a que alce la cabeza y camine orgulloso. Nada tiene que esconder ni nada de qué avergonzarse. «Los españoles tienen una relación problemática con la llamada Fiesta Nacional. Que abandonen la actitud pasiva, resignada, culpabilizada. La corrida no es del pasado, ni la España negra, ni el franquismo. La corrida no es el folclorismo racial y anacrónico como París tampoco es Pigalle. Hay una intelectualidad reacia que se atrinchera en el malentendido y el desconocimiento», explica el autor de 'Cincuenta razones´.

EL PROHIBICIONISMO

No deja de sorprenderle a Wolff que Cataluña haya emprendido una campaña prohibicionista cuando se define a sí misma como una nación tolerante, abierta y garante de las libertades. Así es que la abolición en curso no sólo implica concebir una ley restrictiva a medida de un espectáculo concreto. También presupone una actitud intervencionista y paternalista en una cuestión tan abstracta como la sensibilidad.

«Hay que respetar a quien no le gusta la corrida y comprender sus razones. Pero la sensibilidad no es un argumento. Y menos aún cuando trata de reprochársele al aficionado una especie de placer perverso hacia el sufrimiento. No me gusta la pesca. De niño me asustó la agonía de un pez.

Ahora bien, no voy a organizar una campaña para abolir la pesca. No sé si un pez sufre más cuando muerde el anzuelo o cuando lo devora un pez más grande». Por unas y otras razones, Francis Wolff concluye que «la abolición de las corridas es un retroceso de la libertad y de las libertades», amén de un inquietante precedente. «Que sea la sociedad la que decide qué hacer con las corridas. En Cataluña estaban desapareciendo por el desapego y el distanciamiento de la gente. ¿Qué motivos hay para legislarlas?».

EL AMANERAMIENTO

La corrida de toros contradice la humanización de los animales que han emprendido las sociedades modernas. Han inventado el perro de compañía, sublimado la mascota y convertido en dibujos animados las criaturas más feroces.

Hasta la despreciable rata ha adquirido categoría de mito entrañable gracias a 'Ratatouille'. «El mundo moderno ha perdido el verdadero contacto con la naturaleza. Vemos a los animales como criaturas de Disney. La relación con el toro no es de ternura, ni de compasión, sino de admiración, de respeto. Y eso cuesta entenderlo a ciertas mentalidades urbanas, alejadas del campo», concluye Wolff.

Fuente: www.elmundo.es

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