sábado, 24 de abril de 2010

Pablorromeros para Madrid

El toro de Pablo Romero es el más hermoso de cuantos existen en la actualidad. De la desigualdad inicial se ha llegado poco a poco a un tipo uniforme e inconfundible, es decir, ha surgido una raza nueva e irrepetible, por cuanto que los elementos con que se fundó ya no existen, y la combinación, que se empleó para fundirlos, tampoco. Las hechuras clásicas de esta ganadería apuntan hacia un trapío deslumbrante. En ellas se dan toros largos, con mucha caja, gran monillo, testuz rizada y hocico chato. Son también muy anchos de pechos, bien armados, aunque sin exageraciones, y con los pitones no demasiado astifinos, si bien en todas las carnadas hay algunos toros cornalones. Cuando la ganadería ha estado en sus mejores momentos, los toros han salido más bien bajos de agujas, lo que, junto a las características antes apuntadas, los ha hecho bonitos y al mismo tiempo muy serios
En la lidia se han comportado tradicionalmente con mucha bravura en el caballo, peleando con gran codicia y arrancándose de lejos. Para la muleta, tienen gas, acometividad y nobleza, aunque es normal que lleven la cara a media altura en ocasiones. Han unido, en definitiva, la espectacularidad y la bravura, y siempre fueron más aptos para hacerles faenas cortas.
El pelo clásico de los pablorromeros es el cárdeno en todas sus variedades y tonos, sobre todo el claro o arromerado, que siempre ha levantado un murmullo de admiración al salir a la plaza. Los hay también mulatos, bragados, zainos, girones y salpicados, aunque estos dos últimos en poca proporción. Hasta hace unos años, salieron muchos berrendos en negro y antes hubo colorados, castaños, capirotes y ensabanados, capas que han desaparecido completamente. En este sentido, se ha escrito que alrededor del año 1920 padreó en la ganadería un toro de Saltillo, ya que por esas fechas se operó el cambio en los pelajes, pero esta hipótesis no se ha confirmado nunca.
La agresividad es el rasgo más llamativo de los pablorromeros en el campo. Hay que andar entre ellos poco menos que de puntillas. Cualquier ruido o movimiento demasiado brusco o poco familiar desata una especie de ira que se traduce en bramidos, arrancadas fulgurantes, peleas titánicas, cornadas y muertes.
En cuanto a cifras, la ganadería de Pablo Romero se mantiene actualmente dentro de los mismos parámetros que siempre lo ha hecho. Son 250 vacas de vientre y un número variable de sementales, que oscila alrededor de los diez. Estos progenitores vienen a dar por camada unos setenta becerros, de los que finalmente se lidian como toros un porcentaje no demasiado elevado, debido a la gran cantidad de percances y bajas que se producen a lo largo de los cuatro años de existencia del animal.

Fotos: Raúl Castr Fernández.http://toroenelcampo.com/

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