Los victorinos, un año más, serán la divisa estrella en la feria de la Magdalena donde cerrará abono al estilo de las más grandes ganaderías de la historia. Los célebres cárdenos vuelven a asumir en 2010 el peso de ser la última leyenda brava del toreo, la misma que dice que sus toros son los más encastados o los de más personalidad del momento o que su criador figura entre los ganaderos más importantes de los últimos cincuenta años, quizás el mejor. En realidad es el único que ha sido capaz de rescatar una ganadería que estaba condenada a desaparecer porque ya iba camino de un matadero, y situarla en lo más alto. Y si los toros se parecen a sus dueños, los victorinos son sin duda, toros de autor.
Victorino sabe que este año va a ser observado con lupa y por eso pretende cuidar más si cabe la presentación de sus toros. Para la capital de La Plana, tiene reservados seis toros con cinco años que según la fama son los que mejor y más embisten en la casa.
«La corrida de Castellón será cinqueña. Muy seria y en el tipo de la casa, cárdenos y entrepelados, muy en la línea de lo que venimos lidiando en esa plaza» nos cuenta Victorino hijo, ganadero y veterinario, responsable de mantener en pie la gran obra ganadera de su progenitor.
Nos habla desde Las Tiesas, la finca extremeña a la que se ha adaptado perfectamente la vacada de Galapagar tras un viaje de ida y vuelta. No en balde, antes de ser famosos de la mano de su actual dueño en la sierra madrileña, los albaserradas pastaban en las mismas dehesas que en la actualidad. El invierno ha sido especialmente duro por extremo: mucha sequía primero, hasta primeros de diciembre sólo había polvo en el campo, todo seguido llegó un frío duro, incluso nieve y casi a la vez un exceso de agua que las últimas semanas se ha convertido en problema, ni ayuda a que los toros adquieran cuajo y peso ni deja tentar.
Tras Castellón el reto siguiente será Sevilla donde ya es un clásico y la novedad del año es su ausencia de Madrid, su plaza, donde han conquistado los mayores triunfos de su historia y donde el año pasado generó una profunda decepción por la deficiente presentación -además solo se pudieron lidiar cinco- y por el escaso juego que dieron.
«A Madrid este año no vamos por respeto a esa afición. Pensamos que no tenemos la corrida adecuada y por tanto preferimos descansar. A esa plaza hay que ir con una corrida fuerte, muy en el tipo y con las mayores garantías de que va a embestir y no la tenemos. Madrid es nuestra casa y no podemos defraudar», señala el ganadero.
Cuando le apunto que a lo peor ha influido en esa decisión que el año pasado no triunfaron sus toros y los aficionados que tanto esperan de ellos se pusieron de uñas lo niega. «No es ese el motivo. Hubo otros años en los que tampoco hubo gracia y seguimos yendo. Esos retos siempre nos gustaron y los asumimos con responsabilidad».
Victorino, que sí estará anunciado en plazas como Sevilla, Bilbao, San Sebastián, Logroño o Vic entre otras, es decir los cosos de máxima exigencia, argumenta que la camada de este año es más corta que en años anteriores -doce corridas frente a las veintidós que lidió en 2008- por haber tenido que sacrificar más de doscientas cabezas por culpa de la brucelosis, una enfermedad que le contagiaron desde una finca vecina de ganado trashumante. «Perdimos casi un tercio de la ganadería y entre ellos a Garrochista un gran semental, entrepelado y bien armado que estaba ligando fenomenal». Sin embargo, comenta que «tengo la creencia de que la camada de este año va a embestir mucho. Están en la hechura, yo conozco mi casa y sé que va a ser así», aunque el conjunto está por debajo en trapío a lo que es tradicional en la casa, como reconoce.
El peso de la púrpura lo lleva con una naturalidad exultante el viejo Victorino, al que conocieron como el Cateto de Galapagar, en realidad era tan cateto como él quería mostrarse, ni un grado más, un sabio rural dotado de una gran sagacidad capaz de cautivar a todo el mundo allá donde iba. Ya hace años que Victorino no necesita mostrar sus dientes de oro ni acentuar su dislexia indumentaria. Ahora viste los mejores trajes, se anuda corbatas de seda de las mejores marcas, dice hierros y pisa los hoteles más lujosos con la confianza de los triunfadores, seguro de la bravura de sus toros.
Victorino hijo, que acepta orgulloso los elogios a su padre: «no me corresponde a mí decir que es el mejor ganadero de los últimos tiempos pero si lo decís vosotros.», sí niega con rotundidad que haya bajado el cartel de sus toros. «Yo no lo creo. La prueba es que nos siguen pidiendo toros en las principales ferias. Lo único que ha cambiado es el nivel de exigencia que cada vez es mayor. Se nos exige como no se exigió nunca a ningún otro ganadero», remata.
Hubo un tiempo en que los victorinos estaban en ventaja respecto a otros toros y se veían con muy buenos ojos, le apunto. Los buenos y bravos por buenos y los difíciles, las célebres alimañas de la casa, porque se decía que generaban emoción y el toreo es emoción, todos eran bien acogidos.
«Ya no es así» responde. «El aficionado exige actualmente el toro completo y que embistan los seis en una tarde. El toro fiero interesa menos. La gente no quiere pasar momentos desagradables y las alimañas generan miedo a todos. Antes un torero resolvía a base de arrimones y se le reconocía, hoy día a esos toreros les dicen que son tontos. Será que las gentes son más sensibles». Será eso.
Fuente: Las Provincias
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