El encierro popular organizado ayer tarde en San Miguel de la Ribera sorprendió en todos los aspectos. Primero porque congregó a un gentío inesperado, segundo porque los toros soltados hicieron gala de una enorme vena brava, y tercero porque el tiempo acompañó de tal modo que superó a fechas tan en teoría agradables como las de San Miguel.
«Fue una tarde divertidísima y con toros bravos», al decir del aficionado Juan Pascual, de Guarrate, que ayer no quiso perderse la oportunidad taurina. Los organizadores del evento prepararon el escenario del encierro con gran acierto porque ensancharon la calle de modo que favorecieron la mayor presencia de aficionados y, además, debidamente resguardados o parapetados en tractores o muros de pacas.
Pronto se vio que el encierro prometía porque el pueblo se pobló de aficionados desde la mañana. Asistieron gentes de toda la comarca e incluso de las provincias limítrofes de Valladolid y Salamanca .
El disparo de un cohete alertó del inicio del encierro y hacia las 16,15 horas fueron soltados dos bueyes para encerrarlos en un corral provisional montado al efecto. Luego saltó al escenario, desde el camión, el primero de los astados, de la ganadería de los «Hermanos Bragado», que impresionó por su porte y su firme decisión de demostrar su veta. «Los chavales le cogieron un poco de temor» y mantuvieron las distancias con todas las prevenciones. «Era un animal bien puesto y con kilos, bravo y encarado», afirma Pascual. Estuvo en escena hasta las 18,20 horas dejando en la afición una buena sensación. Finalmente fue recogido.
La organización había advertido de que no participaran en este festejo, como ordena la normativa, los menores de edad, y naturalmente «las personas que muestren síntomas de embriaguez, intoxicación por drogas o enajenación mental, así como aquellas personas que por su condición física o psíquica puedan correr un excesivo peligro o que con su comportamiento puedan provocar situaciones de riesgo». El propio toro bastó con su sola estampa para cortar de raíz toda contravención, pues con su mirar frenaba toda valentía irresponsable.
Seguidamente fue puesto en la calle un segundo toro, de un tamaño algo menor, que siguió la tónica del primero en cuanto a empuje. Al ser de menor tamaño los aficionados que se apretaron a retarlo con cortes y citaciones gozaron de mayores posibilidades. No faltaron, no obstante, algunos trances de susto, que fueron resueltos con fortuna. A este segundo toro le tocó responder en una temperatura más refrescante.
La afición consideró un acierto la organización de un encierro en tan tempranas épocas y la numerosa presencia certificó la atracción de este tipo de espectáculos taurinos.
Fuente: Opinión de Zamora
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