Mélany San José Pardo, tordesillana de 22 años, se convertirá este martes en la primera mujer de la historia reciente del Toro de la Vega que coja una lanza, un hecho con el que según la propia protagonista "se romperán barreras ideológicas e históricas". "No existen diferencias entre hombres y mujeres aunque a veces sí que encuentro incomprensión" explica la tordesillana, mientras afirmaba elenorme nerviosismo y miedo que siente las horas previas al torneo.
No obstante el miedo no es el único enemigo en esta lucha. "En ocasiones me gritan: '¡chica métete en la talanquera!'. Piensan que no voy a ser capaz de correr como un chico", relata Mélany San José. Estos obstáculos son algunos de los que también tiene que sortear a la hora de introducirse en un espectáculo taurino; trabas que no la impiden sentirse orgullosa de ser tordesillana y de poder hacer frente a un desafío como es el torneo del Toro de la Vega.
Pero Mélany San José no es la única que rompe moldes este año en el torneo medieval. Vicente López López, de 39 años, es otro de los lanceros que, además de una gran afición, entraña condicionantes que lo convierten en especial. Es natural de Barcelona y asiste fervientemente al Toro de la Vega a pesar de ocultárselo a sus círculos más cercanos en la capital condal: "Mi familia es la única que conoce mi afición, en Cataluña es tema tabú", asegura López a la vez que lamenta la propaganda antitaurina: "Son muy pocos, el resto son nacionalistas patrocinados".
Junto con Vicente, Antonio Romera Gallego de 25 años y natural de Brihuega (Guadalajara) representan a la pequeña porción de lanceros 'no tordesillanos' que de manera humilde han conseguido ganarse un sitio en la vega y que reconocen que el miedo que se pasa en el Toro de la Vega no se pasa en otros espectáculos taurinos; "Aquí el enfrentamiento es cara a cara", señala Romera Gallego, a la vez que reflexiona sobre la cantidad de cosas que puede perder en este torneo, pero que quedan contrarrestadas por otras muchas que no existe dinero que las pague: "sin miedo esto no tendría ningún sentido".
Todos ellos asumen los problemas que conlleva su defensa de la fiesta. Tanto López como Romera coinciden en que "ganar el torneo nos ocasionaría problemas, ya que en nuestros lugares natales no comprenden esta tradición". "En Brihuega no entienden por qué me meto en tradiciones que no son las mías", explica este último a la vez que añade: "hay que apoyar a todas las tradiciones porque si desaparece una luego desaparecerán las demás".
Tras un año de esperas, miedos y esperanzas, los lanceros, apenas una docena, se preparan para enfrentarse al momento más duro del año. El peligro de perder la vida es real y palpable. Una gesta de difícil comprensión en estos tiempos modernos en la ponen en juego su vida propia. Por ello, en los lanceros del Toro de la Vega se reconoce la más pura exaltación de sentimientos rituales reflejados en el enfrentamiento entre jóvenes y toro; jóvenes que sin tener necesidad alguna de someterse a este peligro deciden libremente asumir este reto, por lo que ello representa más allá de los bienes materiales.
La solidaridad y compañerismo que existe en el pinar tordesillano el día del Toro de la Vega es una de las virtudes que tiene el torneo según afirmaron los tres lanceros, quienes explicaron que "sólo en lugares como la vega el ser humano es capaz de dar su vida en defensa de otro". De este modo, los tres lanceros, Mélany, Antonio y Vicente, hoy descenderán de la superficial modernidad a los sentimientos más profundos en un silencio pinariego que sólo es apreciable si cargas con una lanza castellana.
Fuente: El Mundo
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