Había muchas esperanzas puestas en él. No en vano el nombre de Diablito, el número 30 del encierro de Javier Molina, lucía solo en el cartel de la segunda de abono de Santa Quiteria. Pero el toro, tostado chorreado en verdugo, no tenía ganas de fiesta y se limitó a lucir palmito, que de eso sí tenía, en el recinto taurino.
La jornada taurina de ayer quedó en un segundo plano frente al resto de actos programados. Así, una hora más tarde de lo habitual en Almassora, a las 19.00 horas, el toro sevillano salía al ruedo de la plaza Mayor donde lo esperaba José Antonio El Bicho, chaqueta en mano. Minutos de tensión para el rodador local que despreció el astado, que ni siquiera lo saludó por educación. Fue citado por varios rodadores a los que respondió con movimientos extraños y se fue de allí por peteneras.
Tras echar varios vistazos al recinto taurino, se refugió en la zona del portal, donde se le vio embestir a los cites de los toreros de burladero y talanquera. Mientras, los numerosos aficionados que ayer llenaban la Vila hacían tiempo hasta que el señorito andaluz se le antojara volver a visitarles; alcalde y corporación esperaban pacientes sobre el cadafal del Ayuntamiento y la reina, Marta García, y sus damas, Miriam, Laura, Sara, Saray, Laura y Ana, de nuevo con el traje campero, lo hacían desde Ca la vila.
Más de media hora después de su salida Diablito se metió en los chiqueros acompañado de la manada de bueyes que había salido en su busca sin rechistar.
La jornada dominical concluyó con la embolada del sexto toro participante en el encierro, de color castaño y marcado con el número 27 que sustituyó al malogrado Jaranero.
También hubo emboladas la noche del sábado, pasadas por agua. Diez minutos después de la hora prevista, debido a la ausencia de la ambulancia por un accidente fuera del recinto, se le dio fuego a Floreado, de Javier Molina, al que Ismael sacó con buenas maneras del rabo y al que pocos salieron a ver a pie de calle. A continuación, se emboló a Koke-ton, de Juan Pedro Domecq, ejerciendo de rabero César Palacios. Cerró el turno el Hermanos Puerta, cuando la Vila ya casi estaba desierta
Fuente: El Periódico Mediterráneo
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